La experiencia, la posibilidad de que algo nos pase, o nos acontezca, o nos llegue, requiere un gesto de interrupción, un gesto que es casi imposible en los tiempos que corren: requiere pararse a pensar, pararse a mirar, pararse a escuchar, pensar más despacio, mirar más despacio y escuchar más despacio, pararse a sentir, sentir más despacio, demorarse en los detalles, suspender la opinión, suspender el juicio, suspender la voluntad, suspender el automatismo de la acción, cultivar la atención y la delicadeza, abrir los ojos y los oídos, charlar sobre lo que nos pasa, aprender la lentitud, escuchar a los demás, cultivar el arte del encuentro, callar mucho, tener paciencia, darse tiempo y espacio.”
Jorge Larrosa en Entre las Lenguas: Lenguaje y Educación Después de Babel (2003)
.....................................................................................................................
Ocurre en el taller que, consejo mediante y aún sabiendo el desenlace desafortunado de una hoja, un barro o un cartón, ante la insistencia y descreimiento de un niño decimos: probá.
Sabemos que esa hoja se va a agujerear, ese barro se va partir y ese cartón va estar demasiado húmedo, pero no sabemos cuál será la reacción de ese niño al ver su pieza lesionarse.
En la acción de suspender nuestra intervención, habilitamos a los niños a atravesar y ser atravesados por una experiencia. Reconocemos lo vivencial como herramienta fundamental en los procesos de conocer y de desarrollo de autonomía a través de la expresión plástica.